El presagio que repitieron los libertarios desde que Javier Milei resultó electo presidente sostenía que, en algún momento, el peronismo iba a intentar romper su Gobierno. Algunos advertían que sería a cuenta gotas; otros, mediante un golpe certero. Pero tanto se obsesionaron con protegerse del justicialismo que terminaron por descuidar su espalda. Jamás imaginaron que la peor semana política de La Libertad Avanza sería responsabilidad del macrismo, a quien consideran (o consideraban) un aliado. En defensa de ellos, hay que decir, ni con ayuda de las fuerzas del cielo se podía predecir semejante comportamiento del PRO.

Mucho menos, que ese sablazo se produciría apenas transcurridos ocho meses de gestión y sin una elección en el corto plazo. El peronismo tiene mala fama por ser una pésima oposición, es cierto; pero los amarillos se han ganado con mucho mérito el mote de ser los peores amigos. Desde esa óptica es entendible la ira del Presidente: del PJ podía esperar cualquier desafío, pero jamás hubiera imaginado que sus aliados lo expusieran a tener que pagar el costo político de vetar una ley que mejora los ingresos de siete millones de jubilados. Ni el kirchnerista más antimileísta hubiese imaginado contar con este prematuro regalito.

Por supuesto, en buena medida la responsabilidad de deambular de revés en revés político es del propio oficialismo. El escándalo de audios filtrados con denuncias de violencia de género dentro del bloque de diputados libertario es una prueba del grado de improvisación y de anarquía que sufre el espacio gobernante. La Libertad Avanza no es ni por asomo una agrupación política o una entidad orgánica con solvencia y expertise para manejarse en el poder. Es un rejunte de voluntades hastiadas de la clase política que fueron cautivadas por un líder mesiánico; y de algunos pícaros que se subieron a la oleada para aprovecharse de ese fervor. Todo esto, con el agravante de que ni siquiera pueden disimular ya la incomodidad que les genera la vicepresidenta, Victoria Villarruel. La titular del Senado, cada vez más apartada de la gestión de gobierno y cansada de las sospechas permanentes del oráculo mileísta, esta vez se plantó y abrió una grieta con daños incalculables. Con sus declaraciones en contra del juez Ariel Lijo, empantanó el arribo del cuestionado magistrado a la Corte Suprema de Justicia. Principalmente, porque si los números ya eran ajustados para la Casa Rosada ahora el riesgo es que otros senadores emulen al formoseño Francisco Paoltroni y se subleven contra esa imposición. Curiosamente, ahora los libertarios dependen en exclusiva del peronismo para lograr que se apruebe el pliego de Lijo.

Lo peligroso para Milei es que se desbloqueó otro nivel de alianzas que hasta no hace mucho tiempo era impensado por el pudor de un sector de la política. Previamente habían sido los radicales los que habían acordado con los peronistas la nueva fórmula de movilidad jubilatoria. Ahora se sumaron la mayoría de los macristas. Así, la Casa Rosada se quedó sin la comisión bicameral de seguimiento de los organismos de inteligencia (ahora en manos del radical Martín Lousteau y de dos kirchneristas), Diputados le rechazó el decreto por el que se asignaron $ 100.000 millones en fondos reservados a la SIDE y el Senado convirtió en ley los cambios en las jubilaciones. En estos dos últimos casos, el giro del PRO fue determinante.

Milei, sobre el veto a la reforma jubilatoria: "No les voy a dejar pasar un milímetro a los degenerados fiscales"

No es casual entonces que el jefe de Estado haya quedado “insatisfecho” con las explicaciones de su admirado Macri, con quien cenó en la víspera de la disruptiva sesión de la Cámara Alta. Tan fuerte fue el desmarque que el ex presidente debió salir apurado por las redes sociales a licuar su postura, pero al apoyar el veto de Milei a la fórmula de movilidad jubilatoria no hizo más que dañar su propia autoridad dentro del PRO: o no conduce a nadie o los usó para negociar de manera individual en Olivos. Si estamos frente a la primera opción, no le resultará gratuito haber mandado a sus senadores a votar con el peronismo y con el radicalismo y luego haber dinamitado su reputación en público. “La mayoría de los senadores que ahora expresan su preocupación por los ingresos de los jubilados son los mismos que se opusieron con vehemencia al cierre y venta de empresas del Estado deficitarias y llenas de corrupción”, es una de las frases que les enrostró en X.

“O no maneja la tropa o la tropa no entiende el daño que están haciendo”, le replicó Milei en los medios. Es que a cualquiera le resultaría difícil creer la versión de que la amplia mayoría de los senadores amarillos se organizó a espaldas del ex presidente de Boca Juniors. De hecho, la única legisladora del PRO que votó en consonancia con el Gobierno fue la cordobesa Carmen Álvarez Rivero, que llegó a la política bajo el patrocinio de Patricia Bullrich, hoy ministra de Seguridad. Por detrás asoma la guerra entre la ex titular del PRO y Macri: la primera quiere que su partido sea absorbido por La Libertad Avanza, y el segundo persigue cierta autonomía pensando en los comicios de mitad de mandato. Solo falta que Bullrich le haga el “Topo Gigio” de Juan Román Riquelme a su ex jefe político para dejarlo en evidencia.

Los últimos sucesos acontecidos en el Congreso también expusieron ciertos reacomodamientos entre los legisladores nacionales tucumanos. En el caso del radicalismo, la repentina oposición de Roberto Sánchez a la Nación evidencia su decisión de ir por la reelección el próximo año. El diputado votó a favor del financiamiento universitario, de la movilidad jubilatoria y para voltear el DNU con fondos destinados a la SIDE. Paula Omodeo (CREO), por caso, aunque estaba en el Congreso optó por no votar cuando se trató el asunto de los recursos para el área de inteligencia. Esto también implica un posicionamiento político porque suele ser una aliada incondicional de Milei y esta vez mezquinó su apoyo. En rigor, si se hila más fino, sólo el bussista Gerardo Huesen y los jaldistas Agustín Fernández, Gladys Medina y Elia Fernández de Mansilla permanecen estoicos del lado de La Libertad Avanza.

Incomodidad

Indudablemente, a Osvaldo Jaldo este tembladeral del Gobierno le genera incomodidad. Es en estos momentos en los que vuelve a ponerse bajo discusión si le dio réditos al gobernador pegarse tanto a la gestión libertaria. Un ejemplo: este período de incertidumbre coincide con la preocupación de empresarios de la construcción porque el financiamiento para obras públicas no se reactiva. El 8 de agosto, según dio a conocer el periodista Luis María Ruiz en LA GACETA, les notificaron de la neutralización (paralización) por otros 90 días más de las obras de construcción de 3.100 viviendas en el marco del programa Procrear II. El grado de avance de los trabajos es ínfimo: apenas un 20%. Quizás haya sido una casualidad, pero los últimos tres días el mandatario los pasó en Buenos Aires y en silencio. Hay quienes dicen que tratando de agilizar el envío de fondos a la provincia. A modo de respuesta, Jaldo asegura que su lealtad le permitió hasta aquí acomodar las cuentas públicas, refinanciar la deuda del Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial y aspirar a que haya favoritismo a la hora de reactivar los giros para obras públicas. También afirma que estos zigzagueos virulentos del macrismo y de los radicales, a priori los aliados naturales de los libertarios, sólo terminan por subirle la cotización en el confuso mapa político oficialista.

Al final de cuentas, en esta semana los libertarios se desayunaron con que en política vale descuidarse de los enemigos, pero nunca se debe perder de vista a los que se dicen amigos.